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Cuando los ojos a la vida abría,
al comenzar mi terrenal carrera,
la hermosa luz que vi por vez primera
fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!.
Cuando era pequeño, mi Madre me enseñó a hacer origami, el arte de doblar papel para crear figuras. Me gustaba mucho pasar las tardes con ella, aprendiendo a hacer animales, flores y estrellas. Mi favorito era el cisne, porque me parecía muy elegante y hermoso.
Un día, mi Madre me dijo que tenía que irse de viaje por trabajo durante una semana. Me puse muy triste y le pregunté cómo iba a hacer origami sin ella. Cuando los ojos a la vida abrían Ella me sonrió y me dijo: “No te preocupes, hijo. Te voy a dejar un regalo especial que te hará compañía mientras yo no esté”.
Al día siguiente, mi Madre se fue al aeropuerto y me dejó una caja grande envuelta en papel de regalo. La abrí con curiosidad y encontré dentro un libro de origami y una bolsa llena de papeles de colores. En la primera página del libro había una nota que decía: “Para mi hijo querido. Espero que disfrutes de este libro y que sigas practicando el origami. Cada vez que hagas una figura, piensa en mí y en lo mucho que te quiero. Tu Madre”.
Así fue que al comenzar mi terrenal carrera: Me emocioné mucho al leer la nota y decidí seguir el consejo de mi Madre. Cada día, hacía una figura de origami siguiendo las instrucciones del libro. Hacía cisnes, grullas, mariposas, dragones y muchos más. Cada vez que terminaba una figura, la ponía en mi mesa de noche y le decía: “Esto es para ti, Madre”.
Al final de la semana, tenía una colección de origami muy bonita y variada. Estaba muy orgullosa de mi trabajo y deseaba que mi Madre lo viera. Ese mismo día, la hermosa luz que vi por vez primera, se hizo presente cuando ella volvió a casa y me abrazó con fuerza. Me dijo que me había extrañado mucho y que estaba feliz de volver a verme.
Luego, vio las figuras de origami en mi mesa de noche y se sorprendió. Me preguntó quién me las había hecho y yo le respondí: “Las hice yo mismo, siguiendo el libro que me regalaste. Cada una es para ti, Madre”.
Ella se emocionó mucho y me dijo: “Gracias, hijo. Este es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Eres muy talentoso y creativo. Me encanta tu origami ...
Luego, tomó las figuras y las colocó en un lugar especial de la sala. Me dijo que así podíamos verlas todos los días y recordar nuestro amor por el origami.
Desde ese día, seguimos haciendo origami juntos, mi Madre y yo. ¡Fue la luz de tus Ojos, Madre mía!
Es nuestra forma de compartir tiempo y expresar nuestros sentimientos. El origami es el regalo más valioso que me ha dado mi Madre. -
Amalia Lateano
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