Las gaviotas que vuelan por el cielo
de París han mudado el largo viaje.
Las nubes mensajeras aletean
en las grisáceas aguas de amatista.
Desde el frío del bronce, me interroga
el Pensador de quién será el retrato,
lo dice con la muerte en la mortaja,
lo dice con campana en su repique.
Mis pasos lo rodean con premura.
Tan yerto desde el ocre, cuando cree.
Y nadie se percata de su lloro.
De cerca me respondo: descreí
que daría faena como actué,
cuando brilló en la calle, con el sol.
Amalia Lateano
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