(«El relato, en su brevedad, captura la esencia de una vida ente-
ra en pocas palabras, tejiendo mundos y emociones con hilos de
simplicidad. Es el arte de decir lo justo, de dejar que el silencio y la
imaginación completen la historia. Cada relato es una ventana
abierta a la infinita capacidad de soñar y sentir del ser humano.»)
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Como cada tarde desde las 15 a las 18 hs. debo concurrir a la casa de Liliana que padece mal de Alzheimer y hacerle compañía y darle el tratamiento prescripto por el neurólogo y el psiquiatra. Llevo mi guitarra porque es muy
incierto si me va a pedir una u otra actividad, depende del humor de ese día. Si bien mi ejecución es muy limitada, la
acompaño en tangos muy antiguos siempre con el mismo compás y siguiendo el tono que le da a su voz.
Llevo en mi mochila otros elementos como plastilina, lápices y papeles, crayones y cartulinas. Ella va a elegir qué actividad desea hacer.
Ya me espera levantada de su siesta y con una enorme sonrisa, se la ve feliz.
Como todos los días, abro el placar y elije su ropa, la ayudo mínimamente a vestirse. Luego la peino y la maquillo.
Miro sus uñas y también como un ritual le hago las manos. Elige hoy un esmalte rojo y se sienta preparada para que se lo coloque. A veces habla, otras veces como hoy, son gestos con la mano y con los ojos.
Me taladran las palabras del Psiquiatra: — La relación con el paciente es la clave de todo tratamiento. La primera fachada de éste siempre es afectiva. El trabajo de la transferencia participa de él. De hecho, cuando no se la trabaja los tratamientos se estancan o se truncan.
Al terminar le pregunto qué le gustaría hacer hoy.
Ella me dice: —¿Y qué me has traído?.
Sin pensarlo y sin mirar saco de la bolsa de lápices unos rollos de plastilina.
Es mayor el silencio que nos une. Sé lo que significa: Las quiere. Le han gustado.
Con una elegancia sin igual las toma, las desenvuelve y las entra a trabajar con maestría. Con mucha elegancia.
Como si estuviera en otro ambiente, no en el comedor de su casa.
Le hablo de los colores y no me contesta. Eligió la blanca y no me escucha mientras hace unos chorizos que va colocando uno al lado del otro.
Pienso: - ¿Qué irá a hacer? ¿De dónde aprendió eso? ...
Con sus manos diestramente los va encimando y los trabaja hasta formar un jarrón. Me pide agua, un plato hondo y uno de postre.
Coloca el primero abajo y el segundo arriba, y con suavidad lo hace girar y se moja las manos y acaricia su obra, en ese movimiento rotatorio.
Nuestro encuentro hoy es cuasi independiente y también es a través de la Transferencia positiva por la cual mi paciente me muestra saberes impensados y acepta un tratamiento más allá de que lo quiera; no puede ser influenciado
por mí.
La dejo hacer. Considero que mucho ha vivido para que ocurra este tipo de Transferencia.
Esos ojos han visto muchas estatuas y obras de arte en museos del país y del mundo.
¿Cuáles serán sus recuerdos?
¿Dónde piensa qué está ahora? Qué cúmulo de experiencias guarda en algún lugar de su cerebro que no hace conexión con la realidad.
Por qué a falta de plato giratorio, que bien conozco por ser mi abuelo alfarero y lo llamaba torno, se las ingenió para que fuera suplido por dos platos. Eso es muy importante. Todo lo anotaré en mi Libro Diario para tratarlo con el equipo terapéutico, cuando nos reunamos el martes próximo.
Ha hecho una asociación increíble para el grado avanzado de su enfermedad. ¿Será un avance o un retroceso?
Lo permito no para estar bien con la paciente sino para que acepte otros tratamientos que de otra forma no aceptaría. Cuando el paciente es dependiente no se lo deja en la dependencia, se avanza en el tratamiento. Es un logro...
Recurro a su marido que llega y me saluda.
Ella lo mira y continúa en su tarea como si estuviera en una clase, en el Salón de la Casa de la Cultura.
Le explico la situación porque estoy asombrada de esa maravillosa obra. Un Jarrón que si fuera de cerámica, iría al horno y saldría perfecto.
El hombre, sacude la cabeza y me dice: —Hoy está bien: Fue profesora de cerámica.
Me hubiese gustado haberla conocido antes, cuando estaba sana y era joven. Me da mucha ternura y respetando su silencio, que sé está lleno de voces lejanas, me alejo un poco más para mirarla a través de la pátina del tiempo. -
Amalia Lateano
http://www.los4murosdejpellicer.com/EdicionesyPortadasPD/Edicion%2088%C2%A9.pdf