Amor,
no tienes rostro,
pero enciendes los días con tu aliento invisible.
No caminas,
pero dejas huellas en cada corazón que se abre.
Eres brisa que no se ve,
pero mueve montañas.
Eres fuego sin llama,
y sin embargo, ardes en el centro de todo.
No pides permiso,
no golpeas la puerta:
entras como luz por las rendijas
y haces del pecho un templo.
Amor,
no eres de nadie,
pero a todos nos habitas.
Nos haces vastos, vulnerables,
nos desarmas con dulzura.
En tu nombre se canta,
se espera, se perdona.
En tu nombre se siembra
la esperanza más antigua del mundo.
Y cuando pareces callar,
es sólo para que escuchemos
el eco de tu eternidad
en el silencio.-
Amalia Lateano
Regtistrados