Tus ojos me encontraron en la bruma,
como faros que alumbran mi destino,
y en su fulgor, la noche se perfuma
con el temblor sagrado del camino.
Me miras, y el silencio se estremece,
la luna se detiene en su carrera,
mi corazón, que tímido enloquece,
se rinde a tu mirada verdadera.
No hay verbo que supere lo que dices
cuando tus ojos rozan mi presencia,
ni hay jardín que iguale los matices
de tu mirar, que canta con esencia.
Miradas que se cruzan, se demoran,
se entienden sin razón ni calendario,
y en su fulgor, los cuerpos se decoran
con el amor que brota del milagro.
Amalia Lateano
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