La inocencia no grita,
susurra en la voz del viento,
se esconde en la curva de una risa
que aún no ha aprendido el peso del tiempo.
Es un jardín sin cercas,
donde florecen preguntas sin miedo,
y los relojes se duermen
bajo la sombra tibia de los sueños.
Camina descalza sobre la tierra,
con los ojos llenos de asombro,
como si cada hoja fuera un milagro
y cada gesto, un poema sin nombre.
No sabe de máscaras ni de pactos,
ni del arte de fingir verdades.
Su mundo es claro como el agua
que no ha sido tocada por la sed.
Pero el mundo, con sus manos de humo,
va cerrando puertas,
va enseñando que no todo lo que brilla
es refugio.
Y sin embargo,
en algún rincón del pecho,
donde la memoria canta bajito,
la inocencia aún respira.-
Amalia Lateano
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