Somos
los mismos pero sin la piel
Acá
estamos entre paredes
los
que emergemos desde las penumbras
sin
prender la pira del bautismo
que
nos compete.
Fuera
de la hora del jazmín.
Detrás
de la ausencia
agazapada
entre papeles.
Masticamos el argot de los marineros
y el mar está presente.
Volvemos
a sacudir los otoños
por
los andariveles
entre
el oleaje de tristeza.
Dulce
la piel cicatrizada por laberintos
espesos
de presentes.
Entre
dunas de oscura mansedumbre
se despierta el genio que adormece
entre
susurros y palabras pensadas
y no dichas ante la noche
que
como caracola se acerca por ausente.
Somos
los mismos pero sin la piel.
Desnudos
los instintos del amor y la muerte.
Tratamos de sobrevivirnos entre los cuartos.
Detrás de las medusas.
Al lado de los suicidas
ignorados
y que sabemos diferentes.
Nada nos fue dicho. Lo presentimos todo.
No somos inocentes.
Acaso
estas hebras traspasadas a los restos,
a
los perfiles,
a los que no amamos demasiado
a los que mucho queremos
sean sólo un reflejo diferente
de
un pájaro en la inclemencia.
O
un grito desahuciado que no se pronunció.
Entre
los maderos y la barranca como límite
está
el puente
Y la nada.
Esta
nada que no admite más que la trémula fe.
Solitaria
y breve.
Naufragada
el alma
en la playa
Sin más que unas miradas
Subrepticias en la noche
dibujadas
en la arena como marca.
Esa es la filigrana de este día
En
que somos los mismos…
Amalia Lateano