Luces y sombras
En esta noche tibia de Paris
la luz se atenúa con los reflejos
de la torre Eiffel
y por la luna que se refleja
en el agua soñolienta.
Esta luz sólo la ven los poetas.
La luna es de lágrimas secas.
Está colgada de la torre.
Trata de bañarse en el Sena
como si fuera posible el olvido.
Resguardada por el Louvre
aparece como un fantasma
como una dama de noche,
como esa flor solitaria
que perfuma la oscuridad argentina
en los cercos de las casas abandonadas.
Como un recuerdo encerrado
en los campos Elysée...
O en el espejo dorado de las catedrales.
Es sólo la luna.
Detiene su mirada en las fuentes
del Palacio de Versalles,
que salpican a los turistas,
ávidos de captar el instante
con sus aguas musicales...
Todo un sueño de grandeza
del Rey Sol hecho realidad,
pero para ella es tiempo
perpetuo como el Amor.
Es la luna de la libertad.
La luna de Napoleón sobre los edificios
y los museos.
Se sienta en la flor de lis
que guarda los secretos de todo París
y se asoma en los escudos
y los frontispicios ancestrales
que no deshacen
la degradación
de los bacantes desvelados.
No se asusta de sus voces aguardentosas.
Propone con su luminosidad
que el tiempo no pasa.
Es la luna de Étienne de La Boétie.
La de la luz plateada.
AMALIA LATEANO
Junio de 2010